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REPORTAJE

FAmilias

en el armario

Redacción e investigación: Camilo Cabezas

Fofografía: Alejandro Puga

Las familias compuestas por dos padres o dos madres existen en Ecuador; sin embargo, el Estado y los medios las han invisibilizado, obligándolas a vivir en el armario. En la actualidad, no existen estadísticas oficiales que hablen de la realidad de estas familias en el país, según denuncia la organización Acción Igualitaria. Además, que la representación en medios de comunicación de la población LGBTI es solo del 1%; y de ese porcentaje, ninguna habla de un hogar diverso. Dentro de casa, sus vidas son como la de cualquier otra familia; pero fuera de ella, esos hijos y padres, pareciera que no existir.

                       la mesa del comedor almuerzan una mujer y un niño, mientras esperan a una tercera persona. De fondo, se escucha un televisor que pasa caricaturas y dos perros chihuahuas que ladran al escuchar un sonido fuera de la ventana. Están en un departamento, al norte de Guayaquil,  con dos cuartos, una cocina, una sala y tres baños; tan común como cualquier otra. En las paredes y en una que otra mesita hay fotografías de los tres, a veces juntos y abrazados, otras individuales, en algún viaje. También se tratan de fotos comunes, como podrían estarlo en otro hogar, como la casa a dos cuadras de distancia de allí, o la tuya que lees esto. 

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Entonces suena el garaje, luego un carro que apaga su motor, unas llaves en la cerradura y después la puerta del departamento abriéndose. Los perros ladran y corren por la sala emocionados. Llegó a quien estaban esperando. Es otra mujer, que ha terminado de trabajar  su turno sabatino, como almacenista en un local de servicios telefónicos. Ella es Valeria Jácome, la madre de Tomás, el niño que come mientras escucha los dibujos animados. Y quien también esperaba sentada en la mesa del comedor, es Claudia Alvarado, su pareja, y la otra madre de Tomás. Ellos son una familia lesbomaternal; es decir, un hogar compuesto por dos madres.

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A la izquierda, Claudia Alvarado, de  34 años. A la derecha, Valeria Jácome, de 31. En el centro, su hijo Tomás,.

Como Claudia, Valeria y Tomás, en Ecuador existen otras familias compuestas por dos madres o dos padres. Así lo expone la fundación Acción Igualitaria en un informe presentado ante el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas en el 2017. Sin embargo, en el mismo documento, se denuncia la falta de estadísticas estatales que revelen la realidad de estas familias diversas y de leyes que resguarden sus derechos. 

 

Ni el Instituto de Estadísticas y Censos (INEC), ni en el Ministerio de Salud Pública (MSP), ni el Ministerios de Inclusión Económica y Social (MIES), ni en el Ministerio de Educación, ni en ningún otro existe algún estudio al respecto. Y “aquello que no se ve o de lo que no se habla, pareciera como si no existiera; aunque sí exista”, dice Diana Maldonado, vocera de Acción Igualitaria.

 

Sin embargo, a veces, las estadísticas revelan cosas, quizá sin querer. En el 2013, el INEC desarrolló una investigación sobre la condición de vida de las personas LGBTI en Ecuador, y se descubrió que del total de personas entrevistadas 1 de cada 10 mencionó tener hijos. El 80% de manera natural y el otro 20% a través de inseminación artificial. “Pues, con o sin ley, los hombres y mujeres homosexuales hemos formado nuestras familias; a pesar de que el estado siga sin reconocerlas”, aclara Maldonado. 

Entre el 2018 y 2019, nacieron 285,827 niños y niñas en el Ecuador, de los cuales solo 3 de 10 fueron concebidos en el seno de una familia tradicional; es decir, compuesta por madre y padre heterosexuales y casados ante la ley. Pero otros 5 de 10 eran hijos de familias monoparentales. Mientras los otros 2  restantes eran niños y niñas de parejas que se encontraban en Unión de Hecho, sin especificar si se trataba de parejas heterosexuales u homosexuales. Por ese motivo, Maldonado explica que el Registro Civil ha obligado a que se cree un subregistro de las verdaderas conformaciones familiares que hay en el país.

A Acción Igualitaria han llegado casos de familias homoparentales o lesbomaternales donde han deseado inscribir a sus hijos con los apellidos de sus dos padres o madres pero se les ha sido negado. Maldonado cuenta que los servidores públicos del Registro Civil incitan a los padres y madres homoparentales a inscribir a sus hijos como personas solteras y que luego el otro padre lo adopte. “Pero esto no es más que un juego perverso de manipulación, donde se aprovechan del desconocimiento de estas familias; ya que sabemos que esto no se puede dar“, agrega. Y es así. En el Ecuador, a pesar de que en el artículo 67 de la constitución se reconoce a las familias diversas de todo tipo; un artículo más abajo, en el 68, aclara que a este derechos solo podrán acceder hogares conformados por parejas heterosexuales.

 

Y así, las familias conformadas por dos padres o dos madres se camuflan en cifras de hogares monoparentales o padres solteros. Cómo Tomás, el hijo de Valeria y Claudia, quien para el Estado es hijo de dos padres biológicos divorciados; aunque él mismo no lo entienda así.

 

Tomás, de 15 años, es un chico con capacidades especiales. Nació con el síndrome de Lejeune; o comúnmente llamado Síndrome de Maullido de Gato, porque su laringe se estrecha y en vez de hablar emite sonidos agudos parecidos a los maullidos de un felino. Así que Tomás no usa palabras, al menos no con la boca; sino que se comunica por lenguaje de señas, unas aprendido y otras creadas por él mismo. Fue así que un día, empezó a hacer un gesto con las manos el cual usa para referirse a su madre.

 

- ¿Yo? ¿Me llamas a mí? La mamá soy yo, mi amor - le decía Claudia, quien es su madre biológica.

 

No. Tomás le hacía con otra señal que no. Y seguía haciendo referencia, a través de sus manos, a una mamá, que no era ella. 

 

- Pero la mamá soy yo. ¿A quién te refieres, mi vida? - le insistía Claudia...

 

Aquella vez se levantó y se dirigió hacia unos cuadros que estaban en la sala. Con el dedo, llegó hasta el rostro de Valeria que sonreía en una fotografía. Tomás se estaba refiriendo a ella, también, como su madre. “Pero fue sin que nadie se lo dijera o se lo insinuara, sino por él mismo. Yo trato de no llenarlo de información innecesaria. Sabía que Valeria era mi pareja, porque nos veía juntas, y ya está”, cuenta Claudia. Y cuándo ocurrió, a Valeria también le sorprendió; pues “nadie se lo enseño, sino que me él me dio esa categoría porque quiso, porque lo sintió. Además, con el tiempo entendí que me lo gané, que soy su madre también. Es así como Tomás, antes que sus propias madres, decidió que aquello era una familia.

Y como la suya, en el resto de Latinoamérica y el mundo también existen familias diversas, y en ciertos países reconocidas. 

 

En el 2011, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) lanzó un manual orientador para padres, madres y cuidadores para el desarrollo de niños y niñas. “En él exponen que la familia nuclear, integrada por un padre, una madre y sus hijos, es hoy solo una de las tantas formas que la familia puede adquirir“, asegura el documento. Además, una investigación del The New England Journal of Medicine determinó que no hay diferencias ni en la salud mental, ni en el desarrollo cognitivo de personas que crecieron en familias homoparentales; en un estudio comparativo realizado entre adultos de 25 años de familias homoparentales y heterosexuales. 

 

En América Latina, solo en tres países existen censos que han intentado visibilizar su existencia, acorde a los datos recogidos por la Comisión Económica para América Latina y El Caribe. En  Brasil, 58.000 hogares se declararon como familias homoafectivas; en Chile, recién en 2012 se incluyó la situación de personas que viven con un cónyuge del mismo sexo y, se registraron 34.976 parejas homosexuales; mientras que en Venezuela se anuló la regla de invalidación de hogares con cónyuges homosexuales en 2011 y en el censo de ese mismo año se determinó que existían 6.000 parejas de este tipo, que lo admitieran abiertamente. 

Sin embargo, esto ocurriría por primera vez en Ecuador en el 2020, durante el censo que se tenía previsto, antes de suspenderse a raíz de la emergencia sanitaria por el COVID-19. Así lo aseguró Paola Mera, quien fue asesora en temas LGBTI dentro del Ministerio Coordinador de Desarrollo Social hasta el 2016, encabezado por la exministra Gabriela Rosero. Desde allí se instaló una mesa propositiva de políticas públicas para la población LGBTI, “donde se coordinó con el INEC para que las familias homoparentales puedan ser una variable dentro del censo poblacional 2020, y así levantar información real de este tipo de hogares“, dice Mera.

 

Pero no son solo invisibles frente al Estado, sino también en los medios de comunicación. Cuando Claudia era pequeña, nunca pensó que era posible formar una pareja. Pues “jamás había visto que sea posible una familia como la que tengo ahora en la televisión o a mi alrededor”, recuerda. Y es que en la televisión ecuatoriana, las mujeres lesbianas no existen. Así lo expone un estudio realizado por el observatorio de medios Zoom, que analizó la programación a nivel nacional de 2012 a 2020. Las personas heterosexuales corresponden a un total del 99% de minutos durante esos ocho años de programación nacional; mientras que el otro 1% atañe a hombres homosexuales.

 

Aunque ni ese mínimo porcentaje de representación en medios habla de dos hombres que tienen la posibilidad de formar un hogar. “Durante la niñez, a un chico homosexual no le cabe la posibilidad de creer que puede y merece formar una famila, porque no lo ve en los medios y más difícil aún en su entorno“, dice Juan Miguel Campi quien es el director del Observatorio Zoom. Pues para alguien LGBTI, explica Campi, la televisión, el cine y la literatura son una manera esencial de construir su identidad y lo que tiene permitido ser en la sociedad; puesto que  al no tener otros iguales a su alrededor, empieza a entender que quien es él es eso que ve en pantalla. Entonces “la escena de estar sentado en el comedor junto a tus hijos se vuelve imposible, porque lo que te muestran es que tu vida termina por SIDA o acuchillado a manos de alguien que te odia por tu orientación sexual“.

 

Lo mismo pensaban Juan* y Mario*, una pareja de esposos que residen en la ciudad de Quito, quienes hoy tienen una hija llamada Luciana*. “Siempre quise ser padre, así que la mayor parte de mi juventud creí que debía ocultar mi homosexualidad para poder tener hijos, junto a una esposa que nunca querría“, cuenta Juan, quien, al igual que su esposo, es médico en la capital. Aunque, hoy , tienen un hogar conformado también por su hija de cuatro años. 

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Juan es originario de la provincia de Manabí, pero a los 18 años tuvo que emigrar para empezar sus estudios de medicina en el extranjero. “Ahí fue cuando entendí que mi vida no tenía que ser una mentira. En el exterior,  te das cuenta de que las cosas son muy distintas,  que es posible tener hijos y ser homosexual al mismo tiempo“, rememora. Entonces conoció a Mario*, quien también es doctor, y empezaron una vida juntos en la ciudad de Quito. Mario, al igual que su esposo, sabía que uno de sus mayores anhelos era cuidar de un hijo. 

 

Así que gracias a la posición económica de ambos, pudieron costear un proceso de maternidad subrogada en Colombia, puesto que en Ecuador es ilegal. Ya que, aunque en el 2018 la Corte Constitucional falló a favor de que la niña Satya pueda ser inscrita con el apellido de sus dos madres, entre sus apartados existen limitantes. Pues solo podrían acceder a este derecho las mujeres lesbianas que hayan llevado a cabo su gestación mediante una clínica de fertilización asistida. Es decir, que ese derecho es solo privilegio de mujeres lesbianas y que, además, tenga la posición económica de pagar el proceso médico, que puede llegar a costar hasta 10 mil dólares en Ecuador.

 

En el país vecino, Juan y Mario fueron acompañados con la hermana de uno de ellos, ya que ella era quien prestaría su vientre. La clínica consiguió un óvulo donante y lo insertaron junto con el esperma de alguno de ellos dos dentro del útero de la hermana. Pero sin conocer cuál de los dos era biológicamente su hija, pues pidieron a la clínica mantener esa información alejada de ellos. 

 

Hoy Luciana lleva una vida normal junto a sus padres, con la diferencia de que han decidido esconder su rostro de toda red social. Ya que luego de dar una entrevista en un periódico de tiraje nacional, en su versión web, Juan se encontró con comentarios que nunca imaginó al momento de acceder a participar en la nota. “Me insultaban a mí, a mi esposo y a mi hija. Nos decían que éramos una casa de degenerados, que éramos unos pedófilos, unos pervertidos. Ahí estaba la cara de mi hija, fotografías de mi hogar; cualquier persona podía reconocernos en la calle. Incluso empecé a sentirme paranoico a raíz de mensajes tan cargados de odio“, cuenta Juan. Y desde allí, Luciana no ha vuelto ha salir en ninguna de sus fotografías de redes sociales sin tapar su rostro o de espaldas.

 

Mientras, admite Juan, no han descartado la posibilidad de dejar Ecuador y hacer su vida en otro lado, donde no sientan que su familia corre peligro. Pero, hasta ahora, cree que están a salvo; aunque no lo saben si a futuro, cuando Luciana crezca, lo estarán.

Siempre quise ser padre, así que creí que debía ocultar mi homosexualidad; para tener hijos, junto a una esposa que no querría”

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